Muchas posesiones permanecen en una familia de una generación a otra: propiedades, negocios, viejos relojes y joyas, cosas hechas a mano, y álbumes de fotos. Sin embargo, a veces llega un punto en que estas cosas dejan de ser heredadas. A veces simplemente dejan de pasar, y otras veces puede que se vendan a alguien más, o incluso que sufran daños en el camino, evitando que otro miembro de la familia lo posea en el futuro.
Un hombre de Nebraska llamado David sabe cómo se siente esto último. Tenía una granja de 80 acres que había pertenecido a su familia durante décadas, que lamentablemente fue entregada a un miembro de la familia que no tenía interés en conservar la tierra. Un día de 2011 se encontró en una interesante situación cuando se enteró de que la granja familiar sería subastada. En el instante en que se enteró de esta noticia, se decidió a recuperar la tierra de labranza, no solo para resucitarla, sino para lograr que regrese a la familia.
Para David, esta situación era de ahora o nunca.
Sin embargo había un problema grande. Si bien David sabía que deseaba la granja, admite que financieramente no creía que fuese posible. Quizás no se considerase lo suficientemente conocedor como para mantener la tierra como propia. “Aun cuando había soñado con recuperar esa tierra durante tanto tiempo como puedo recordar cuando llegase el día, no estaba listo”, dijo.
A pesar de ello, dos semanas después David junto con su padre decidieron asistir a la subasta con su mejor oferta. Si su oferta era la más alta, significaría para ellos que recuperar la granja era cosa del destino. Si no, tendrían que seguir adelante y esperar que la granja quedase a cargo de quienquiera que la comprase luego.
Apenas al llegar al lugar de la subasta, David y su padre encontraron que había aproximadamente otros 200 granjeros o más presentes. Con tal concurrencia, la confianza de David en recuperar la granja se vino abajo. No había forma, pensó, en que pudieran competir con todos los demás granjeros. Sin duda al menos uno de ellos tendría una oferta mejor.
Sin embargo, para su sorpresa, cuando David levantó su mano para hacer la primera oferta por la granja de su familia, absolutamente nadie intentó superar su oferta después. El martillero siguió intentando conseguir que alguien subiese la oferta, pero no había compradores. Todos los hombres y mujeres tenían la cabeza gacha mientras esperaban en absoluto silencio. Estaban decididos a dejar que David consiguiese lo que estaba destinado a ser suyo.
“Tengo dos días profundamente aleccionadores en mi vida”, dice David. “El primero fue el día en que nació mi hijo. El segundo es ese inolvidable día en la casa de subastas”. Estará eternamente agradecido por el altruismo de los otros granjeros presentes en la subasta.
David es un gran ejemplo de lo importante que es perseguir tus sueños, aun si crees que no tienes oportunidad.
¡Qué gran historia! Entérate de más en el video de abajo.