Baratijas, fruslerías y chucherías, ¡por Dios! Me encanta la escena de “La Sirenita” cuando Ariel nos lleva a recorrer todos sus tesoros submarinos. ¿Alguien quiere un cachivache? O un boquiche o un umerfluo? Hay tantos artilugios y aparatos en este mundo, que es imposible conocer todo sobre cada elemento. Lo mismo con el arte. Igual que Ariel, si no sabes lo que es, sólo son chucherías lindas para mirar.
Pero una vez que alguien te informa un poco (un cachivache es un tenedor; un boquiche, una pipa, y un umerfluo es un sacacorchos), de pronto todas las chucherías tienen valor. Y en la infrecuente ocasión en que una pieza en particular en un mercado de pulgas o heredada de tu tía favorita puede valer más de lo que nunca soñaste.
Tomemos este cuenco, por ejemplo. Es bajo, ancho y hecho de porcelana. Es verde menta claro con un diseño dentado en bajorrelieve por fuera, y un diseño floran beige por dentro. Nada demasiado llamativo. Nada que grite antigua dinastía real china. Una mujer lo compró por apenas 3 dólares en una venta de garaje en el estado de Nueva York, y lo tuvo en una repisa durante años. Recién cuando un experto hizo un comentario sobre su valor la pieza se sometió a escrutinio adicional.
Avancemos rápidamente hasta una subasta en Sotheby’s, donde la pieza fue vendida por la impactante suma de 2.2 millones de dólares. Se remonta a fines del siglo X, inicios del XI (¡hace más de 1000 años!), del norte de China, aproximadamente en la época en que comenzaron a grabar cuencos y adornar tanto el interior como el exterior, lo que hace a esta pieza aún más excepcional. Sólo hay una más en existencia y está en el Museo Británico.
De la pieza, el subastador puntualizó cuando supo que tenía algo especial en sus manos. “El momento en que la tapa de la caja se abrió, supe que estaba mirando algo completamente especial… es virtualmente única en mi experiencia”. Este hallazgo parece haber salido de la nada, pero parece salida del mismo horno y taller que la que está en el Reino Unido, lo que prueba aún más su excepcionalidad y autenticidad.
La familia prefirió permanecer anónima durante la subasta, pero su reacción es como la de cualquiera. El subastador dijo que cuando regresó a su escritorio, tenía un email que decía “GUAU”, en mayúsculas, seguido por otro “GUAU”, seguido de una línea de signos de exclamación. Sep, suena correcto.